Época: Aragón Baja Edad Media
Inicio: Año 1276
Fin: Año 1327

Antecedente:
La plenitud política

(C) Josep M. Salrach



Comentario

Los años 1295-1310 el rey de Aragón orientó su política exterior, por un lado, hacia la Península y la manga mediterránea y, por otro, hacia el Magreb oriental. Para la Corona de Aragón, la zona marítima comprendida entre las Baleares y Argel (la manga mediterránea), cuyo control facilita la navegación por el Estrecho, era de vital interés estratégico y económico. El objetivo tenía que ser, por tanto, la posesión de Alicante, Cartagena (en manos del rey de Castilla), Málaga y Almería (en manos del rey de Granada). El juego consistiría, primero, en enfrentarse a Castilla (debilitada por la minoridad de Fernando IV), arrastrando en la contienda a Granada, y, después, llevar a Castilla contra Granada, al mismo tiempo que se neutralizaba a Marruecos, donde los benimerines habían conseguido ampliar su dominio.
De acuerdo con este esquema, el rey nazarí y el aragonés firmaron un tratado de paz y de ayuda mutua contra Castilla (1296), y Jaime II dio tropas a Alfonso de la Cerda, pretendiente al trono castellano, para que penetrara en Castilla por el sector de Cuenca, mientras él personalmente conquistaba la mayor parte del reino de Murcia en dos fases: Alicante, Elche, Orihuela y Murcia, en 1296, y Lorca, en 1300. Los años siguientes Jaime II intentó formalizar una triple alianza, de Aragón, Granada y Marruecos, contra Castilla, pero esta vez los granadinos escogieron el acercamiento a los castellanos (1303), lo que equilibró las fuerzas y obligó al rey de Aragón a cambiar de estrategia: la de trabajar por otra triple alianza, la de Aragón, Castilla y Marruecos contra Granada, la única fórmula que le permitiría entonces continuar la expansión peninsular de la Corona.

Mientras mercenarios catalanoaragoneses llegaban a Marruecos para reforzar a los benimerines (1304), los reyes de Castilla y Aragón aceptaban resolver sus diferencias sobre Murcia con un reparto del territorio: Molina, Murcia y Cartagena quedaban para Castilla, mientras que Alicante, Elche, Orihuela y Crevillente correspondían a la Corona de Aragón (Sentencia Arbitral de Torrellas, 1304). El acuerdo sirvió a Jaime II para llevar a Fernando IV contra los granadinos, que dominaban el Estrecho: poseían Ceuta, Algeciras, Gibraltar, Málaga y Almería. Formalizada la alianza con Castilla (entrevistas de Santa María de Huerta y Alcalá de Henares, 1308) y con Marruecos (tratado de Fez, 1309), los benimerines se lanzaron con éxito sobre Ceuta, y los castellanos ocuparon Gibraltar y pusieron sitio a Algeciras, mientras Jaime II asediaba infructuosamente Almería (1309-10). El fracaso del rey de Aragón se explica, en parte, porque los benimerines, satisfechos con la conquista de Ceuta e inducidos por promesas de Granada, abandonaron la alianza y dieron ayuda a los nazaríes, y porque los castellanos, detenidos ante Algeciras, se retiraron de la lucha (1310). El fracaso de la Corona en Almería "fue un fracaso político, material y moral de extrema gravedad. Largos años de tenacidad diplomática no habían dado ningún resultado positivo. Se comprende que después de 1310 el interés político de Jaime II se retirara de la zona del Estrecho y de la manga mediterránea" (Ch. E. Dufourcq).

Respecto al Magreb oriental, en los años 1295-1310 Jaime II trabajó para intensificar su influencia. Puesto que Túnez y Bugía se resistían a tributar, alternó el corso con la diplomacia en 1297-1300. El reino de Mallorca y sus mercaderes consiguieron entonces una posición predominante en Bugía (1302), mientras la Corona obtenía ventajas fiscales, políticas y comerciales en Túnez (acuerdos de 1301, 1305 y 1308). Pero la consiguiente rivalidad de mallorquines y catalanes en la zona limitó a partir de entonces las posibilidades respectivas de mayor dominio.

En los años 1310-30 la penetración catalanoaragonesa en el Norte de Africa alcanzó sus límites, en parte por la creciente competencia de los mercaderes italianos, por la mencionada rivalidad catalano-mallorquina y porque el interés político y mercantil de la Corona se orientó en buena medida hacia Cerdeña y el Atlántico. Estos años la amistad con el sultán de Marruecos siguió basándose en el comercio y la existencia de una milicia catalanoaragonesa al servicio de los benimerines, lo que no fue obstáculo para que cuando arreciaron las hostilidades entre castellanos y benimerines, naves de la Corona y del rey de Mallorca bloquearan los puertos marroquíes y practicaran el corsarismo en sus aguas (1315, 1318, 1327 y 1330-31). En el Magreb central siguió la alternancia de amistad, generadora de comercio, y de hostilidad, manifestada en el corsarismo, que perseguía la imposición de tributos y la infiltración en las aduanas, para obtener el retorno de las tasas aduaneras satisfechas por los mercaderes de la Corona, pero Tremecén supo maniobrar y sacar partido de la rivalidad catalano-mallorquina. Con el Magreb oriental se utilizaron métodos semejantes pero por parecidos motivos no se alcanzaron progresos políticos: el texto de cinco tratados negociados por los reyes de Aragón y Mallorca con Túnez y Bugía entre 1310 y 1330 demuestra que, al final, la única realidad fecunda de estas relaciones acabó siendo el comercio.